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10 jul 2008

resentación del Libro Las Abuelas y la Genética

Buenos Aires, 7 de julio de 2008 |

Los primeros dias de julio recibimos la invitación de Abuelas de Plaza de mayo para estar presente en el lanzamiento de su libro, " Las Abuelas y la Genética", alli estuvimos presentes, pero como son los entendidos del tema quienes comunicado de prensa explicaron lo maravillosos de un estudio de ADN respecto de la Identidad, abajo lo transcribimos.

Diego Golombek, en el lanzamiento del libro Las Abuelas y la genética...

"Es de las pocas oportunidades que vengo como científico y estoy del lado de los buenos", expresó Diego Golombek, doctor en Biología y conductor del programa Proyecto G (Canal 7 y Encuentro), en el lanzamiento del libro Las Abuelas y la genética. El aporte de la ciencia en la búsqueda de los chicos desaparecidos. Estela de Carlotto y Rosa Roisinblit, presidenta y vice de Abuelas, y Víctor Penchaszadeh, profesor de Genética la Universidad de Columbia, completaron la mesa de presentación.

Diego Golombek, director del laboratorio de Cronobiología y profesor de la Universidad de Quilmes y autor de numerosos trabajos de investigación científica -Cerebro: últimas noticias, Sexo drogas y biología (y un poco de rock and roll), El cocinero científico, entre otros-, comentó el nuevo libro de la asociación, Las Abuelas y la genética..., y lo hizo desde una doble perspectiva: por un lado, desde la ciencia, y por otro, desde la divulgación científica. A continuación, algunos de sus conceptos.

"Cuando uno habla de parentescos y genética, suele pensar en rasgos familiares, en que tenga las pecas de mamá, la sonrisa de la tía Marta, las cejas de papá, los rulos de la abuela Rosa, pero cuando uno habla de las Abuelas de Plaza de Mayo y la genética, el panorama es muy distinto. También está la sonrisa, los hoyuelos, las pecas, los rulos, pero sobre todo está esta historia -que está en el libro- de una búsqueda que usa todos los recursos a mano. Y Las Abuelas y la genética habla de uno de esos recursos que fue utilizado con una inteligencia sin parangón. Lograron algo absolutamente inédito: que un grupo de científicos que antes no se conocían se hayan juntado por un objetivo común. Eso pasa en la ciencia. De hecho yo colaboro con mucha gente de otros países y de Argentina, pero con un fin absolutamente competitivo, que es básicamente publicar más, publicar mejor, y ganarle a los rivales, éste es el concepto de colaboración científica que hay en la academia. El concepto de colaboración que se cuenta en este libro -y es realmente emocionante leerlo con ojos de científico- es totalmente distinto. Es colaboración por el bien común, por un objetivo común y no por una publicación. El resultado de esta colaboración -en la cual Víctor Penchaszadeh tuvo bastante que ver-, no es un paper, un objeto por el cual vamos a ser evaluados los científicos, sino que es una misión mucho más loable. Lo curioso es que los aportes genéticos de esta búsqueda no vinieron de la academia, vinieron de las Abuelas, que le golpean las puertas a los científicos y les dicen "busquen, encuentren, investiguen". Los científicos en su mayoría decían "no se puede, lo que ustedes están pidiendo es imposible", y tenían razón, pero las Abuelas tenían más razón en que había que demostrar lo imposible y con eso llegar a todo lo que se cuenta en este libro.

Las Abuelas y la genética le hace muy bien a los científicos porque significa un tirón de orejas en cuánto a qué estamos haciendo, para qué, para quién y cómo, y las historias de vida que se cuentan tendrían que servir de ejemplo, por lo cual la circulación del libro tendría que exceder el ámbito tradicional de Abuelas para llegar a la vida académica. Recién hablábamos con Alberto Díaz [N. de la R.: licenciado en Ciencias Químicas y compilador junto con Golombek del libro ADN: cincuenta años no es nada], que es profesor de una materia que se llama Biotecnología y Sociedad, que este libro tendría que ser bibliografía obligatoria en la materia.

Voy a tratar de resumir un poco, desde la genética, de qué se trata el libro. La historia es conocida, pero vale la pena repasarla. En 1979, hace casi 30 años, por casualidad las Abuelas leyeron una noticia sobre un estudio de filiación genética. Hace 30 años los genes no existían. Nadie sabía todavía sobre qué pasaba con el genoma humano, no había herramientas moleculares, las herramientas para identificar filiación de padres a hijos, obviamente de primer grado (no de segundo grado como cuenta el libro) eran bastante rudimentarias... Se trataba de encontrar variaciones de algunos parámetros que están en la sangre, obviamente producidos por ciertos genes pero los genes acá no participaban. Eran ciertos parámetros que forman parte del sistema inmune, del sistema de defensa del organismo, y que varían de individuo a individuo. Algunas de esas variaciones se heredan. Quiere decir que yo tengo las mismas variaciones que mis padres, y en algunos casos que mis abuelos. Era un método relativamente rudimentario por el grado de certeza que ofrecía sobre los parentescos de primer grado. Era lo que había. Pero las Abuelas llegan con un criterio diferente. "Está bien, esto sirve para primer grado, de padres a hijos, pero nosotras necesitamos un criterio de segundo grado, que sirva para identificar de abuelos -y no todos siempre, porque a veces faltaban- a nietos", decían. La respuesta era "eso es imposible". Y la respuesta fue de distintos científicos, no uno solo: genetistas, hematólogos y, lo más importante en esta aventura científica, es la aparición de los estadísticos en todo esto. ¿Por qué? Supongamos que yo tengo variaciones en alguno de estos factores humorales que están por la sangre, varios, diez supongamos. Estos diez factores tienen unas cuantas variaciones, o sea un montón de números que pueden variar muy sutilmente, y para esto necesitamos mucha matemática. Y aparecen Mary-Claire King y otros, y esto se cuenta en el libro, para construir lo que hoy es ya bastante famoso, y no me refiero al ámbito de Abuelas, al ámbito de derechos humanos, sino al ámbito de investigación en genética, que es el índice de abuelidad, que es un número que se construye estadísticamente sobre la base de esa variación de los factores humorales.

Pero estamos hablando de algo de hace 30 años. Hace 30 años la obsesión de la ciencia contemporánea por los genes no existía todavía, no existía eso de que "todo está basado en los genes", pasaron muchas cosas en el medio, y eso se cuenta en el libro, y se cuenta cómo la búsqueda de Abuelas fue aprovechando las herramientas que iban apareciendo. ¿Por qué no se podía trabajar con genes en ese momento? Primero porque se necesitaba mucho tejido. Si yo quería determinar las semejanzas entre dos personas, entre dos animales, plantas o lo que fuera, se necesitaba bastante material. Y aún con todo ese material era bastante engorroso trabajar con el ADN, con el material en el cual están los genes. En estos 30 años se inventaron técnicas, hay una, que se cuenta en el libro, que es bastante complicada y se llama PCR, reacción en cadena de la polimerasa, que no es la sigla de un partido político, como bien podría pensarse, sino que es un aparato. Se dice que lo descubrió un tipo de California mientras estaba viajando en su descapotable o mientras estaba haciendo surf, un tipo muy particular, ganó el premio Nobel justamente por esto, y el tipo descubrió que con muy poquito ADN se podía multiplicar, aumentar la cantidad de ADN para hacer análisis genéticos. Inmediatamente las Abuelas supieron de esta técnica, asesoradas por este grupo de científicos, comenzaron a aplicar, ahora sí, estudios de genética molecular, que son muchísimo más finos que el análisis de este grupo de cosas que varían en la sangre.

No solamente apareció la PCR, apareció también la forma de determinar linajes paternos y maternos, cosas que vienen del lado de papá y cosas que vienen del lado de mamá. Dos ejemplos muy breves, que están contados en el libro, del lado de mamá heredamos un pedacito de célula, que se llaman mitocondrias, que son como la nafta de las células, son las que le dan de comer a las células para que funcionen. ¿Por qué del lado de mamá? Porque los espermatozoides casi no tienen mitocondrias, y además en el camino para llegar al óvulo las pocas que tienen las pierden; en cambio los óvulos tienen muchas mitocondrias, quiere decir que todas las mitocondrias que heredan hijos e hijas vienen de la mamá. El otro ejemplo es que el cromosoma Y solamente se hereda de padres a hijos. Un estudio interesante que siempre se cuenta en las clases de genética: el apellido judío Kohan, o Kogan, o Kahane, según un mito hebreo, desciende de los primeros sacerdotes, es más, desciende directamente de Aarón, hermano de Moisés, y hace no mucho tiempo se descubrió que hay algo de cierto en este mito, estudiando el cromosoma Y, que en las personas con ese apellido tiene ciertas semejanzas genéticas que no comparte con otros apellidos. Y la conclusión de todo esto es que la genética cuenta historias, no solamente es una cuestión de un chiflado en el laboratorio haciendo pipeteos con moscas en la cabeza, como se representa a un genetista, sino que cuenta historias, cuenta orígenes, y cuenta secretos obviamente, que es lo que se va revelando a lo largo de esta búsqueda.

Mencioné la palabra genes y se menciona en el libro todo el tiempo, ¿pero qué son los genes? ¿Por qué tanto énfasis en los genes y por qué tanta obsesión contemporánea en que "somos nuestros genes", que "los genes son los que somos"? Esto no es así, esto es una exageración absoluta, queda bien para el periodismo científico, pero de ninguna manera somos nuestros genes, somos la combinación entre nuestros genes y el ambiente. Dos personas con los mismos genes, gemelos por ejemplo, depende de en qué ambiente se desarrollen, es decir qué coman, cómo se eduquen, cómo sea su familia, pueden ser completamente distintos, desarrollar enfermedades uno sí y el otro no... Sin embargo, si uno está haciendo una búsqueda de parentescos, los genes son ideales. Los genes están ahí, más allá de que el ambiente haya sido uno u otro, si bien en este caso el ambiente es fundamental, porque el ambiente de los nietos restituidos ha cambiado mucho a lo largo de sus vidas, pero los genes son los mismos, y los han heredado de sus padres biológicos. Para terminar con esta cuestión de los genes, seguramente todos han escuchado hablar del genoma humano -se menciona en el libro también-. Hay algunas consecuencias del proyecto genoma que son bastante interesantes. Como biólogo me gusta contar la siguiente historia. Nuestros parientes más cercanos son los chimpancés, porque nuestros genomas tienen un 98,5 por ciento de homología, somos 98,5 por ciento chimpancés -algunos más-, pero según esta homología, también podríamos decir que somos 50 por ciento bananas, porque compartimos el 50 por ciento de los genes con las bananas, pero uno no se siente muy banana que digamos, se siente más chimpancé... ¿Qué quiere decir esto? Que es absurda la comparación, lo que nos importa es el restante 1,5 por ciento, no el 98,5 por ciento de chimpancés que somos, sino el 1,5 por ciento que nos hace ser humanos. Nosotros somos ese 1,5 por ciento, ese 1,5 por ciento por ejemplo que puede maravillar, como la búsqueda de las Abuelas, o cometer atrocidades, como el secuestro de chicos.

Lo importante es que estos genes vienen en distintos sabores, como si fueran sabores de helados, y estos sabores a veces se heredan y entonces no hay con qué darle. Por más que el ambiente haya cambiado, esos distintos sabores de los genes se heredan perfectamente y el índice que se puede construir alrededor de distintas generaciones da una certeza altísima del grado de parentesco. El libro viene al rescate de esto y me parece que hay que distribuirlo en función de esta fortaleza. Antes comentaba que Las Abuelas y la genética tenía que ser de lectura obligatoria en la escuela y en la universidad, pero particularmente en los estudios de formación docente, donde se van a formar los que van a ser maestros de ciencias. Que sea de lectura obligatoria en la escuela es utópico, no creo que pueda ocurrir, va a ser bastante difícil, pero que llegue a los maestros que se están formando en ciencias, no es tan utópico, no hay tantos institutos, y quiero colaborar en eso, en que llegue este libro a los que van a ser los profesores de biología del secundario, porque la verdad tiene un material riquísimo para explicar la genética y, casi de contrabando, explicar la búsqueda de las Abuelas que es tanto más importante que la genética.

El libro se lee casi como una historia de aventuras, y es una aventura por la identidad en la cual Víctor Penchaszadeh y las Abuelas son una especie de Indiana Jones que hacen lo imposible, y en ese sentido uno se siente muy agradecido de ser parte de ese colectivo que son los científicos, que casi siempre somos los malos de la película, que terminan diciendo "oh, el mundo será mío" y ese tipo de cosas en sábados de súper acción, pero en este libro los científicos dicen, decimos -me quiero incluir-, otras cosas. Las Abuelas nos vienen a golpear la puerta con una actitud que debiera ser la actitud científica, la actitud de ser preguntones, de no quedarnos contentos con decir "eso no se puede", y esta historia nos muestra que las Abuelas son mejores preguntonas que los científicos, porque no se quedan con un "no" y aprovechan hasta la última técnica contemporánea para una búsqueda que es de todos. Y compartimos un poco todo eso, la búsqueda de la verdad, en mi caso la búsqueda de la verdad es un pedacito de cerebro que quiero saber cómo funciona, en el caso de las Abuelas se trata de una verdad bastante más trascendente y más profunda que un pedacito de cerebro, pero compartimos esa búsqueda de la verdad y quiero agradecer la reivindicación de los científicos colaborando con una causa que normalmente no es la causa común.

Fui leyendo el libro en el tren, mientras iba a la Universidad de Quilmes, y la victoria de cada aporte científico y cada vez que se resolvía algún problema, y eran graves científicamente los problemas, cuando un científico decía "no sé", y eran científicos capos los que decían esto, estaban en lo cierto, y de pronto se podía, de pronto se cumplía esa imposibilidad y el resultado era nada menos que la restitución de un nieto, con lo cual ese aporte de la ciencia es lo que a mí más me emocionó del libro, hace sentir que cambiar el mundo es posible, aunque sea un poquito, y eso hace que valga la pena.

Entonces, en definitiva, muchas gracias Abuelas por invitarme a esta presentación, conocer un poco más de la historia, y la verdad sólo me queda una duda en este sentido, si cuando les den el premio Nobel -que todos sabemos que es cuestión de tiempo-, tiene que ser el de la Paz o en realidad el de Medicina. Muchas gracias."

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