viernes 8 de agosto de 2008
Todos somos Bolivianos
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Lo otro, que sacamos del arcón de los recuerdos, es una carta que le mandamos, allá por el 2005, a un compañero diputado del Mas, a quien alguna vez la vida dirá si lo habremos de conocer personalmente. Por esos tiempos caminábamos en algún agrupamiento político que nos relacionó con algunos representantes de diversas fuerzas políticas de nuestra sufrida Latam, de allí el sentido de la nota, y su contenido. Allí va.

El hermano país vive horas agitadas, destituyentes, para usar un término actual, o constituyentes si es que las cosas salen bien. Veíamos anoche un documental sobre el tortuoso proceso político iniciado en Bolivia a partir de la Asunción de Evo. Notablemente en un discurso encendido y beligerante, de hace unos meses atrás, uno de los dirigentes separatistas de Santa Cruz de la Sierra le enviaba sus 'saludos' a los 'compañeros productores agropecuarios' de la Argentina, destacando que 'es la misma lucha que la nuestra'. Todo dicho.
Hoy ponemos a disposición de los lectores de este humilde bloguín dos cosas. La primera es un pps con una exhaustiva reseña de la acción de gobierno llevada a cabo por Evo, se puede bajar haciendo click aquí, o directamente sobre la imagen que ilustra esta nota. Diríamos, Datos Duros bolivianos.
Lo otro, que sacamos del arcón de los recuerdos, es una carta que le mandamos, allá por el 2005, a un compañero diputado del Mas, a quien alguna vez la vida dirá si lo habremos de conocer personalmente. Por esos tiempos caminábamos en algún agrupamiento político que nos relacionó con algunos representantes de diversas fuerzas políticas de nuestra sufrida Latam, de allí el sentido de la nota, y su contenido. Allí va.
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Queridos compañeros y hermanos:
Desde la “guerra del agua”, hasta la reciente dimisión del presidente Mesa, nuestras tierras, bolivianas y argentinas, han atravesado tiempos de crisis e incertidumbre. Hemos visto caer presidentes, hemos tenido las fuerzas de la represión campeando por el dominio de las calles, y hemos sido también partícipes y protagonistas de la rebelión de los pueblos contra las políticas –y los políticos- del saqueo.
Una nueva hora parece iniciarse en nuestra patria común, la América Latina. En varios países del continente contamos con gobiernos que toman distancia del hegemonismo norteamericano, y, navegando en medio de innumerables conflictos y contradicciones, apuestan a converger en la verdadera unidad que largamente soñaron nuestros libertadores. Pero las alas del imperio sobrevuelan nuestros países, y echan sombras sobre el amanecer de los pueblos.
Los acontecimientos que vive Bolivia nos estremecen en lo profundo de nuestra conciencia nacional y latinoamericana. Nos esperanzan. Nos ocupan. Y nos preocupan. Hemos recorrido un mismo sendero de historia común. Desde Túpac Katari, presagiando en su martirio el futuro protagonismo de los pueblos indígenas; con la llama que dejara encendida Murillo, anunciando la hora inminente de la Revolución; y ya iniciado el proceso independentista, las guerras de las republiquetas, la figura heroica de la Coronela Juana Azurduy, entrelazaron nuestra lucha por la emancipación, de los colonialistas de afuera, y de las oligarquías de adentro. Allí, en ese camino, cayó también, combatiendo por la liberación, nuestro Ernesto Che Guevara.
Primero fue la plata, la que desató la codicia de España, lo que marcó a fuego la colonización salvaje y expoliadora; luego el estaño, “metal del diablo” que encorsetó a Bolivia en la rosca de los Hotschild y los Patiño, en connivencia con los mercaderes del norte. Ahora es el petróleo y el gas. Paradoja de nuestros pueblos: las increíbles riquezas que rezuman de nuestro suelo fueron la causa de nuestros mayores padecimientos. A cada nuevo recurso que aparecía, se renovaban las apetencias de los intereses coloniales. Todo ello unido a la secular opresión del campesinado.
Pero el pueblo boliviano demostró, cuantas veces pudo, que estaba dispuesto a pelear por su dignidad, con insólita audacia y generoso tributo en vidas. Allá por 1952 hizo, a puro golpe de dinamita, la primera revolución sudaméricana del siglo XX. Luego vinieron golpes y contragolpes, la traición de los conversos a la fe liberal, y la vorágine globalizadora. De todo esto también hemos sabido. Hoy nuevamente Bolivia combate contra las enconadas acechanzas imperiales.
Pareciera que ahora se entreabre allí un camino de pacificación. Sabemos, empero, que a ésta no hay que confundirla con la pregonada “gobernabilidad” que desean los intereses foráneos, sólo para seguir explotándonos con tranquilidad. Que esta oportunidad sea un paso hacia la reconstrucción de la unidad nacional es nuestro más profundo anhelo. Porque nada es más grato al imperio que nuestras querellas fraticidas, nada mejor para sus intereses que la perspectiva de la fragmentación territorial. Nuestra historia es la historia de las intrigas que urdieron las potencias coloniales para dividirnos, para que seamos un mosaico de países frustados, en vez de una gran Nación continental.
Saludamos desde aquí la pelea que llevan a cabo por la unidad nacional, por la soberanía sobre los recursos naturales, por el poder del pueblo. La acompañamos desde nuestros corazones hermanos, porque esa pelea es la misma en que nosotros venimos poniendo nuestros empeños. Es la lucha por la emancipación de los pueblos, por la liberación nacional, por la integración de nuestra común Patria Grande Latinoamericana.
11 de Junio de 2005
Desde la “guerra del agua”, hasta la reciente dimisión del presidente Mesa, nuestras tierras, bolivianas y argentinas, han atravesado tiempos de crisis e incertidumbre. Hemos visto caer presidentes, hemos tenido las fuerzas de la represión campeando por el dominio de las calles, y hemos sido también partícipes y protagonistas de la rebelión de los pueblos contra las políticas –y los políticos- del saqueo.
Una nueva hora parece iniciarse en nuestra patria común, la América Latina. En varios países del continente contamos con gobiernos que toman distancia del hegemonismo norteamericano, y, navegando en medio de innumerables conflictos y contradicciones, apuestan a converger en la verdadera unidad que largamente soñaron nuestros libertadores. Pero las alas del imperio sobrevuelan nuestros países, y echan sombras sobre el amanecer de los pueblos.
Los acontecimientos que vive Bolivia nos estremecen en lo profundo de nuestra conciencia nacional y latinoamericana. Nos esperanzan. Nos ocupan. Y nos preocupan. Hemos recorrido un mismo sendero de historia común. Desde Túpac Katari, presagiando en su martirio el futuro protagonismo de los pueblos indígenas; con la llama que dejara encendida Murillo, anunciando la hora inminente de la Revolución; y ya iniciado el proceso independentista, las guerras de las republiquetas, la figura heroica de la Coronela Juana Azurduy, entrelazaron nuestra lucha por la emancipación, de los colonialistas de afuera, y de las oligarquías de adentro. Allí, en ese camino, cayó también, combatiendo por la liberación, nuestro Ernesto Che Guevara.
Primero fue la plata, la que desató la codicia de España, lo que marcó a fuego la colonización salvaje y expoliadora; luego el estaño, “metal del diablo” que encorsetó a Bolivia en la rosca de los Hotschild y los Patiño, en connivencia con los mercaderes del norte. Ahora es el petróleo y el gas. Paradoja de nuestros pueblos: las increíbles riquezas que rezuman de nuestro suelo fueron la causa de nuestros mayores padecimientos. A cada nuevo recurso que aparecía, se renovaban las apetencias de los intereses coloniales. Todo ello unido a la secular opresión del campesinado.
Pero el pueblo boliviano demostró, cuantas veces pudo, que estaba dispuesto a pelear por su dignidad, con insólita audacia y generoso tributo en vidas. Allá por 1952 hizo, a puro golpe de dinamita, la primera revolución sudaméricana del siglo XX. Luego vinieron golpes y contragolpes, la traición de los conversos a la fe liberal, y la vorágine globalizadora. De todo esto también hemos sabido. Hoy nuevamente Bolivia combate contra las enconadas acechanzas imperiales.
Pareciera que ahora se entreabre allí un camino de pacificación. Sabemos, empero, que a ésta no hay que confundirla con la pregonada “gobernabilidad” que desean los intereses foráneos, sólo para seguir explotándonos con tranquilidad. Que esta oportunidad sea un paso hacia la reconstrucción de la unidad nacional es nuestro más profundo anhelo. Porque nada es más grato al imperio que nuestras querellas fraticidas, nada mejor para sus intereses que la perspectiva de la fragmentación territorial. Nuestra historia es la historia de las intrigas que urdieron las potencias coloniales para dividirnos, para que seamos un mosaico de países frustados, en vez de una gran Nación continental.
Saludamos desde aquí la pelea que llevan a cabo por la unidad nacional, por la soberanía sobre los recursos naturales, por el poder del pueblo. La acompañamos desde nuestros corazones hermanos, porque esa pelea es la misma en que nosotros venimos poniendo nuestros empeños. Es la lucha por la emancipación de los pueblos, por la liberación nacional, por la integración de nuestra común Patria Grande Latinoamericana.
11 de Junio de 2005
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