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24 may 2009

Sur -Horacio González
“El Gobierno debe hacer un llamado a la clase media”
“Todos esos discursos conservadores están en tres grandes retóricos como Jorge Bergoglio, Mariano Grondona y Elisa Carrió"
“Todos esos discursos conservadores están en tres grandes retóricos como Jorge Bergoglio, Mariano Grondona y Elisa Carrió"
11-05-2009 / El intelectual de Carta Abierta recomienda leer a Hobbes para entender la derrota cultural de una clase “tacaña, miedosa, atrincherada y tinellizada”.
Por Francisco Balázs fbalazs@miradasalsur.com

Es uno de los intelectuales más lúcidos de la Argentina, preside la Biblioteca Nacional desde diciembre de 2005 (cuando reemplazó a su amigo Elvio Vitali, que falleció en ese momento). Horacio González no le escapa al compromiso político y es por eso que, además, desde el año pasado integra el espacio Carta Abierta.
–¿Cómo analizás estos comienzos de campaña y las declaraciones de una vuelta al 2001?
–No, no va a ser al 2001. Va a ser a un gobierno, no sé cómo definirlo… Hemos visto nuevas derechas y hemos roto los conservadurismos. No lo puedo definir fácilmente. Uno puede imaginar que vayan a dejar sin efecto lo de las Afjp, las estatizaciones.
–¿Y como estrategia...?
–...No. Yo no creo que dé resultado. Porque son elementos de la política del miedo que no coinciden con el discurso perverso del miedo que habría que dar.
–¿Cómo se seduce a la clase media? ¿Cómo se la suma o recupera?
–A mí me parece que al gobierno le falta hacer un llamado a la clase media. Entonces los discursos se reiteran en términos de comparar favorablemente esta experiencia, con lo de la Alianza. El final del gobierno de De la Rúa, modelo catastrófico al que no hay que volver y no son elementos que defienden muy bien la estructura espiritual del votante que está atenazada por sentimientos no fácilmente definibles, ya sea por la inseguridad, o por cualquier miedo que provoca el magno relato, como la dificultad de la vida urbana. El gobierno sale muy perjudicado por la ausencia de ese llamado. El llamado es un elemento esencial de la política. Implica no sólo decir lo que hicimos, sino llenar los poros huecos de esta situación, de la incerteza, de lo abismal de esta vida colectiva. El llamado es un estilo de lo político y es su esencia. Es la promesa, es valorizar y reconstruir lo popular. Para eso tiene que haber discursos adecuados. Y además la idea de llamado debe incluir la observación crítica de las propias acciones.
–Pero en el caso de que efectuara esos llamados y marcara un línea de lo pendiente, ¿no alejaría
aún más a esos sectores que hoy le son esquivos?
–Es mejor asumir ese riesgo que intentar la mimetización en éste último tiempo para, de alguna manera, acercarse a la gente. Las palabras kirchneristas fueron las necesarias para una gran transformación moral y cultural en la Argentina. Sin embargo el diccionario del kirchnerismo necesita una fuerte innovación.
–Lo testimonial de las candidaturas, por ejemplo...
–En lo plebiscitario, los testimoniales son relevantes. Me parece que va a tener que entregar -o no- el espíritu de la transformación a una secuencia del justicialismo que nos llevará nuevamente a una Argentina mediocre y conservadora. El acto de la CGT en la 9 de Julio, con estructuras sindicales que merecen las críticas que se le han hecho, contuvo sin embargo a una buena parte de una clase obrera en el estilo estamental de los sindicatos, donde también hay una potencialidad. Esa potencialidad también está en sectores de clase media, y hay que desatarla.
–Hay un intento de recuperar formas de la comunicación, de hacer proselitismo caminando calles, pueblos, ciudades; de lograr el contacto personal... ¿Cómo ves ese intento?
–No está mal, creo que el caminar y el hablar tienen que combinarse, son dos cosas fundamentales. En la política está el caminante y el orador, creo que las cosas deben articularse. Para mí esto forma parte de la reposición de la idea del llamado, porque el llamado se dirige a los incrédulos, a los que creyeron y no creen más. Nadie sabe bien cuál es la estructura retórica última en el lenguaje de los medios. Lo que hace De Narváez es de algún modo ofensivo para el pueblo argentino. Tiene una carga de ofensividad en todos los sentidos, incluso en el sentido militar, ofensiva ante la autonomía de las creencias públicas. Sin embargo, recoge el falso optimismo del modelo publicitario que invade los medios
–Una simplificación que evita cualquier intento de repensarnos como sociedad.
–Creo que el gobierno no puede perder la utopía, el que la pierde sonó. El gobierno, acorralado por la derecha, la tosquedad, la necedad, el dinero de De Narváez. Se trata de una concepción simbólica de una gran pobreza que parte de la base de decir “soy rico, soy millonario”. Es una humillación que no se está percibiendo como tal. Por otro lado, que la señora Michetti seduzca al electorado demuestra una gran deficiencia colectiva. Todos esos discursos conservadores están en tres o cuatro grandes retóricos como Bergoglio, Grondona y Carrió... La señora Michetti reposa en esos elementos y tiene un elemento de supresión drástico de una reflexión más profunda. Lo que me interesa de la supresión de la reflexión -es decir, la autoinhibición de una reflexión profunda- es que de alguna manera es reclamado por las clases medias que no quieren ser interrogadas por la historia. Interrogar nuestra historia reciente aportaría un provechoso debate que pareciera no interesar mucho a la dirigencia política. Hay dos clases de políticos en la Argentina. El gobierno, si piensa interrogar la historia, tiene que hacerlo mucho mejor, tiene que mejorar sus instrumentos. Todos los demás políticos, Solá, De Narváez, Michetti, Carrió, Grondona, tienen como propuesta la no interrogación de la historia. Interrogar la historia es interrogar el papel del pueblo argentino y reponer la idea de pueblo argentino, no la idea de público, de espectador, de audiencia, de mediciones.
–Esa supresión de la reflexión que menciona, ¿no es también un logro de los sectores más conservadores…
–Tiene el lenguaje del fin de las naciones. Acá lo que se juega es el fin de un concepto, caro a la memoria pública, de que hay una Nación Argentina abierta al mundo. Fijate, en un candidato como Reutemann, ¿dónde está la secuencia del legado nacional? No existe. El gobierno, aunque de forma titubeante, todavía la tiene. También está en grupos como el de Pino Solanas, y por eso yo personalmente tengo una herida interna muy grande… Para mí, un drama profundo en este momento es que Pino -y la tradición que representa Pino Solanas- no haya coincidido con el gobierno.
- ¿Por qué el gobierno también dejó escapar esa posibilidad al no explorar sus propias fuerzas? ¿Cuántas posibilidades convergentes han sido perdidas con Néstor Kirchner?
–Desde hace varios años hay importantes sectores que se podrían encuadrar en el campo de la nacional y popular que en sus críticas y su distanciamiento del gobierno demuestran a veces un discurso más reaccionario que el de la misma derecha...
–Yo le pondría un solo título: es la tragedia argentina, la tragedia del movimiento transformador en la Argentina. Se suma el hecho de que interviene, de una manera tan decisiva, el factor del escándalo en la política, la fácil moralización, que no atiende al tejido último de la sociedad. Se trata del concepto de la corrupción, tal como lo plantea el pensamiento de Carrió. Ciertos formas de la izquierda han tomado enteramente el programa de la estructura de la corrupción como significado absorbente de toda la vida política. Esto no quiere decir que no haya elementos que deban juzgarse en cualquier institución y en este gobierno también. Finalmente, va a haber un gobierno universal de los Savonarola de los medios de comunicación.
–El recurrente pedido de republicanismo e institucionalidad...
–Toman al republicanismo en su versión de derecha, en su versión del formalismo de las instituciones. En realidad es el republicanismo reaccionario a diferencia del republicanismo revolucionario de Maquiavelo, que es la historia del movimiento social del siglo XX, la revolución francesa... y del peronismo también, que también es un republicanismo revolucionario.
–Más allá de cierto rumbo errático del gobierno, que se deja acorralar por el discurso de la derecha, que no se anima a este llamado que mencionás, ¿a qué atribuís este distanciamiento de los sectores medios?
–Hoy no sabemos dónde están las categorías de Jaureteche, todo fue absorbido por una idea profundamente trabajada por los medios de comunicación centrales. En ese sentido me parece que hay que leer a Hobbes, para ver la vida urbana hoy: tacaña, miedosa, atrincherada, tinellizada, derrotada. Una gran derrota cultural o moral, una derrota ética y espiritual que se hace en nombre de la preservación del elemento básico de toda la historia de las burguesías, que es la pequeña propiedad que no tienen y que sienten amenazada. Por eso cité a Hobbes, por la necesidad de construir un Leviatán, que es el Leviatán mediático. La construcción de los públicos del miedo se hizo sin hechos reales, con la capacidad generalizadora que tienen los medios de comunicación, casi bíblica: un hecho son todos los hechos. Pero esto no sucede por una mentalidad mezquina de los medios, está en la estructura técnica del relato en los medios. Un asalto en la puerta de mi casa son todos los asaltos. Todo esto no está comprendido por la clase política argentina, que está en condiciones de encarnar un nuevo llamado a los escépticos, a los no creyentes, a los que estuvieron y no están.
–Un llamado que convoque a un cambio...
–Sí, sí, ese llamado hay que hacerlo. Y para el gobierno implica inevitablemente hablar de sus decisiones. Pero el llamado es lo que recorre con ansiedad de cambio la sociedad. Si en la sociedad argentina dejara de recorrer una ansiedad de cambio colectivo, desaparecería la Nación Argentina. Esto es así sin la menor duda. Como no ha desaparecido, y probablemente no vaya a desaparecer, esa ansiedad colectiva de cambio existe y descansa en la señora Michetti, en Macri y De Narváez. Es un descanso provisorio, está esperando el llamado.
–De este último tiempo, ¿qué aspectos positivos rescatás en lo político, lo cultural, lo literario, lo artístico? ¿Qué te entusiasma, te da esperanza?
–Veo que en la vía intelectual, artística y en la corriente de fuerte indagación sobre la ansiedad pública, hay una necesidad de tener nuevas obras. La vida literaria es muy rica en la Argentina, la experimentación sigue produciendo grandes novedades. Creo que éste es un período artísticamente muy fructífero; es uno de los períodos más creativos desde el punto de vista intelectual y artístico.
Esto hay que reconocerlo, porque parecería cargarle un beneficio al gobierno, que también lo tiene porque es un gobierno de las libertades públicas. Este es un gobierno que introduce la novedad de la absoluta convicción en términos de la no represión de las manifestaciones públicas; se podría pedir más en ese tema, pero si uno lee la historia argentina… desde el 25 de mayo en adelante ya es mucho… eso es un hecho que no se lo reconozco vinculado también a la creación artística, falta igual una gran novela, falta que surja un gran pensamiento plástico, todo eso también forma parte de la promesa. El gobierno debe decir que se necesita lo nuevo, hacer un llamado a que el arte intervenga en la creación de lo nuevo. Todo eso debe hacer el gobierno; si no, es simplemente un juego institucional de políticos profesionales. Un gobierno es una aventura. Este gobierno tiene un poco de eso, su desprolijidad forma parte del recuerdo de su origen aventuresco, lo aventuresco forma parte de un sujeto que está pensando su propia fuerza de una manera interesante. Eso lo veo como un valor positivo.
–Respecto de los reclamos de clase media, ¿cuánto pueden tener de atendible y rescatable, por ejemplo, cuando demandan más seguridad?
–La clase media es permanentemente reversible. Hay un sector de la clase media muy activo, de la militancia de derecha seguritistas, como ocurrió con las militancias del 55 de la clase media que contribuyó al derrocamiento de Perón. Años después, esa clase media o sus hijos hicieron una especie de transfusión de emblemas pero al mismo tiempo con un jacobismo de derecha en la Argentina. Hoy la clase media está tomada por un jacobinismo de derecha. Los jacobinistas después pueden enlazarse con una forma colectiva de empujar una transformación del país. Creo que el elemento jacobino tampoco es imprescindible; yo diría elementos democráticos jacobinos en la clase media. Hoy hay un jacobinismo de derecha que es hegemónico, que es de donde sale Macri. Macri no es un jacobino pero De Narváez sí, tampoco lo es Reutemann. Pero lo clase media está esperando un líder jacobino de derecha hoy.
–¿No es preferible un gobierno que se anime a dar esos pasos, ese llamado, corriendo el riesgo que eso puede implicar, pero que al menos deje una marca muy clara de sus intenciones?
–Antes que tomar el lenguaje de la oposición para salvarse, es preferible arriesgar a perder sus posiciones pero establecer un mojón, una reflexión del pueblo argentino. Esto es posible, alguien lo hará. Por eso sería absurdo decir que siga Reutemann, que siga no se quién, son pensamientos menores. Este gobierno no debe tener esos pensamientos, debe tener el pensamiento de la dignidad de la defensa de lo que ha hecho. Y si es necesario asumir las consecuencias, y bueno, esto es lo que quisimos hacer.
–Dejar ese testimonio...
–El testimonio es muy interesante. La idea testimonial es interesante, aunque está desplazada. Da la impresión de que no siempre los logros fueron reconocidos o valorizados por una parte importante de la sociedad. Pero hay valores que incorporó la sociedad argentina. Tendrá que venir alguien que diga que esto no es así, "el señor Grondona nos dijo que había que reprimir", hay que ver si viene alguien así… La sociedad es un instrumento que se lamentan todos, esperemos no ver a la sociedad argentina lamentándose perdidamente cuando los políticos de la anticorrupción revelen realmente que son los políticos de una nueva represión. Esperemos que ni ocurra eso ni que la sociedad argentina tenga que ir al muro de los lamentos, como ocurrió tantas veces a lo largo de su historia.
–Bueno, la reacción de la sociedad tras la muerte de Alfonsín es muy interesante.
–Sí. La clase media se puede definir como el ejercicio de una reflexión terrible.

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