26 de julio de 1952. Evita, la Abanderada de los humildes.
El 26 de julio de 1952 moría Eva Perón.
La sociedad argentina se conmocionó en su totalidad, una franja, la mayoritaria, la de los humildes, la de los descamisados, lloró intensamente a quien había sido la voz de los que, hasta el 17 de octubre de 1945, no tenían voz.
La otra franja, minoritaria, compuesta por las clases pudientes, pero también por algunos sectores de tan solo un buen pasar, colonizados culturalmente (el medio pelo como genialmente lo definió Jauretche), festejaron con énfasis. Se les había cumplido el deseo de su inconcebible propaganda, pintada en numerosos muros de la ciudad, que decía impunemente: Viva el cáncer!. Quienes escribían estas palabras, y que luego, alegremente, iban a rezar a las iglesias, demuestran a que punto puede llegar el odio de clase.
Evita era el blanco de todo ese odio. Pero al mismo tiempo era la receptora de todo aquel inmenso amor de las mayorías. Es que como ella decía, los únicos sujetos merecedores de su acción eran sus “grasitas”, como los llamaba con toda su ternura, los hombres y mujeres de trabajo de nuestra Patria.
Muchos pseudo-intelectuales, intentan separar a Perón de Evita, o sea crear un peronismo y un evitismo, nada más inexacto. Evita, en muchos casos, fue la mano ejecutora de la justicia social del estado peronista. El 17 de junio de 1950 se firmó la primera convención colectiva nacional, fue la de los trabajadores gráficos. Las negociaciones estuvieron a punto de fracasar, pero la intervención de Eva Perón, logró que se aprobara el convenio, a partir de ese día se estableció que cada 7 de mayo (fecha de nacimiento de Evita) se conmemorara el día del trabajador gráfico.
Y así sucedió con decenas de gremios y asociaciones de trabajadores.
Evita creó la Fundación que llevaba su nombre, estructura que llegó a los humildes de todos los rincones de la Patria. Esta institución, que fue muy cuestionada en la época por las antiguas damas de beneficencia, como bien decía Evita, no hacía beneficencia, ya que eso es lo que hace la oligarquía con lo que le sobra. La Fundación reparaba la injusticia social que esa oligarquía había creado y que Evita había sentido en carne propia.
Es lógico que quien ha defendido tanto a los humildes sea tan odiada por los poderosos. A ello se sumaba su condición de mujer, en aquella sociedad tan marcada por el machismo, de la que aún perduran grandes resabios, como podemos ver con la presidenta Cristina. Y es aquí donde surge otra gran conquista de Evita, a través de su lucha, las mujeres lograron su mayor grado de participación, al consagrarse por primera vez el voto femenino en las elecciones de 1952.
Pese a todo lo señalado, la oligarquía, los vendepatria, y sus plumíferos asalariados de los grandes medios de comunicación no han logrado hacerla olvidar. En cada marcha, en cada acto, en cada manifestación de las luchas populares hay banderas con su nombre, con su rostro. Y no solamente en los espacios peronistas, también en amplios sectores de la izquierda nacional.
Este es el mejor homenaje que podemos darle, cada día, a la Abanderada de los Humildes.
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