CARTA COPANI |
Donde antes funcionaba el Correo Central, ahora nace el Centro Cultural Bicentenario.
Para mí es un premio poder organizar allí, en estas vacaciones de invierno, varias jornadas de entretenimiento y participación para chicos y grandes.
Y cantar allí, sin ninguna vanidad, sin ninguna codicia.
Estas líneas son simplemente para invitarte y pedirte que me ayudes a creer, que podemos lograr que este espacio arranque con el sabor de nuestra cultura popular y no con el rancio gusto de los banquetes elitistas.
La impronta de un ámbito de expresión, se define desde su nacimiento.
Si este sitio, ubicado hacia el bajo de la avenida Corrientes, nace abrazando al centro porteño, será una cosa. Si en cambio le da la espalda y solamente se amiga con su vecino Puerto Madero, será otra.
En algo depende de nosotros ocuparlo, habitarlo y sentir que un edificio monumental puede albergar todo tipo de voces y de imágenes
Hay un sin número de ¨casas de cultura¨ a las que el pueblo no acude aunque haya fenomenales propuestas, porque han nacido y se han desarrollado sin su participación y aunque a veces son gratuitas, las personas comunes, ni entran al hall.
Ojalá no nos ocura eso en el viejo correo.
Que este Centro Cultural no sea de cultura filosa, que no acaricia, que no entibia, que no toca ni ensucia.
Que no vaya un día Mirtha Legrand, como ha hecho con el Colón, a proponer que aunque sea una vez cada dos meses, se podría llevar gente de la villa (en contingentes vigilados) para que sientan por unos minutos el honor de transitar el mismo pasillo que los elegidos.
Que tenga las texturas de nuestra identidad, las más suaves y las más ásperas.
Ese es mi sueño y es es seguramente un sueño parecido al del cartero Juan, que en verdad se llamaba John, cantaba ¨Mister Postman¨ y reconocía ser un soñador, pero no el único.
Ignacio Copani - Julio 2010
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