con ocasión del Día de los Derechos Humanos 10 de diciembre de 2009
Ningún país está libre de la discriminación. La vemos por doquier, en multitud de formas: conocidas y nuevas, encubiertas y ostensibles, en público y en privado. Puede aparecer en forma de racismo institucionalizado, de luchas étnicas, de episodios de intolerancia y rechazo, o como versión nacional oficial de la historia que niega la identidad de otros.
La discriminación va dirigida contra personas o grupos vulnerables a los ataques: los discapacitados, las mujeres y las niñas, los pobres, los migrantes, las minorías, y todos aquellos que son considerados diferentes.
Con frecuencia, esas personas vulnerables son excluidas de la participación en la vida económica, política, cultural y social de su comunidad. El fanatismo que las estigmatiza y las excluye puede ser explotado por extremistas. En algunos países, estamos presenciando el surgimiento de una nueva política de la xenofobia.
Sin embargo, las víctimas de la discriminación no están solas. Las Naciones Unidas están a su lado, comprometidas a defender los derechos de todos, en particular de los más vulnerables. Esa es nuestra identidad y nuestra misión.
La comunidad internacional de defensores de los derechos humanos no ceja en su lucha contra los prejuicios y el odio. La concienciación de la opinión pública ha conducido a la elaboración de tratados mundiales que brindan protección jurídica frente a la discriminación y la desigualdad de trato.
Pero los compromisos en abstracto no bastan. Debemos seguir haciendo frente a la desigualdad y la intolerancia allí donde aparezcan.
En el Día de los Derechos Humanos, invito a las personas de todo el mundo, a todos los niveles, a que se sumen a las Naciones Unidas y a los defensores de los derechos humanos del mundo entero en la lucha contra la discriminación.
La discriminación va dirigida contra personas o grupos vulnerables a los ataques: los discapacitados, las mujeres y las niñas, los pobres, los migrantes, las minorías, y todos aquellos que son considerados diferentes.
Con frecuencia, esas personas vulnerables son excluidas de la participación en la vida económica, política, cultural y social de su comunidad. El fanatismo que las estigmatiza y las excluye puede ser explotado por extremistas. En algunos países, estamos presenciando el surgimiento de una nueva política de la xenofobia.
Sin embargo, las víctimas de la discriminación no están solas. Las Naciones Unidas están a su lado, comprometidas a defender los derechos de todos, en particular de los más vulnerables. Esa es nuestra identidad y nuestra misión.
La comunidad internacional de defensores de los derechos humanos no ceja en su lucha contra los prejuicios y el odio. La concienciación de la opinión pública ha conducido a la elaboración de tratados mundiales que brindan protección jurídica frente a la discriminación y la desigualdad de trato.
Pero los compromisos en abstracto no bastan. Debemos seguir haciendo frente a la desigualdad y la intolerancia allí donde aparezcan.
En el Día de los Derechos Humanos, invito a las personas de todo el mundo, a todos los niveles, a que se sumen a las Naciones Unidas y a los defensores de los derechos humanos del mundo entero en la lucha contra la discriminación.
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