EL IMPACTO DE LA ASIGNACION UNIVERSAL POR HIJO EN ZONAS CARENCIADAS DEL CONURBANO
“Inseguridad es no tener para comer”
¿Qué cambió en la vida de familias desocupadas, con tres hijos, que viven de “changas”? Una recorrida de Página/12 por San Fernando, donde el beneficio redujo a la mitad la indigencia.
En San Fernando reciben la asignación por hijo 13.786 chicos, que forman parte de 3477 grupos familiares. De acuerdo con datos del municipio, los 2,5 millones de pesos que remite la Anses todos los meses permitieron bajar a la mitad la indigencia en el distrito, mientras que la pobreza se redujo en más de un tercio. Nelly, de 50 años, dice que es “una ayuda grande”. Su barrio es Villa Jardín y su casa queda a cinco cuadras de La Horqueta. Hasta no hace mucho era una prefabricada. Ahora tiene un living, cocina y comedor de tres metros por cuatro, donde se concentra la vida familiar. Sobre la mesa están leudando dos bollos de masa. La televisión está prendida en Canal 13. Como muchas otras mujeres del barrio, Nelly trabaja de empleada doméstica. Gana 1300 pesos por mes, ingresos que complementa con la venta de pastafrolas y prepizzas, que prepara en su casa, por los que obtiene entre 250 y 300 pesos más. La asignación por hijo significan para ella 576 pesos, ya que es madre de cuatro hijos menores de 18 años –y tiene otra de 24–. Es decir que el aporte del Estado elevó su disponibilidad de dinero en un 35 por ciento. “Hace la diferencia”, destaca. “La plata me viene muy bien para pagar las cuentas del gas y la luz”, comenta. Esa es otra de las respuestas recurrentes de las entrevistadas. “A mí el año pasado me cortaron el gas y ahora estoy pudiendo pagar un plan para ponerme al día”, relata Betiana. “Lo que yo quisiera es cobrar la asignación familiar antes de que venzan las boletas. Estoy cansada de pagar con recargo”, se suma Mariela, de 35 años. Débora lo valora, pero lo que más la emociona del último tiempo es que cuando empezó a cobrar la asignación les pudo comprar juguetes a sus hijos. Al varón, de 4 años, le regaló una pelota, y a la nena, de 3, otra pelota de colores. “No quería muñeca, quería una pelota”, justifica. Ella tiene 23 años y lo que todavía no logró es comprar ropa, ni para ella ni para sus hijos. “Usamos lo que nos dan”, explica. Su pareja “está privado de su libertad” y vive con sus abuelos en una pequeña casa. “En Virreyes –otro barrio de San Fernando– siempre pasamos por la puerta de una juguetería camino al jardín del nene. Pero nunca habíamos podido comprar nada”, relata. –¿Alguna vez habían entrado? –Sí, a mirar... (sonríe). Pero en marzo fue la primera vez que les pude comprar algo. Con mi plata, no con lo que me pueda dar mi abuelo.
Clientelismo, mitos y realidades
› Por David Cufré
Salvo Nelly, que se manifiesta cercana al kirchnerismo, la gran mayoría de las entrevistadas no siente especial afinidad con el Gobierno pese a haber creado la asignación por hijo. Varias de ellas están anotadas en planes sociales desde hace años, tanto de la Nación como de la provincia de Buenos Aires y el Municipio. Mencionan el Jefas y Jefes de Hogar, el Familias, el Vida y pensiones contributivas por problemas de discapacidad de alguno de sus hijos. Betiana, por ejemplo, promete que seguirá votando a “Lilita Carrió” porque un abogado de su partido la inscribió en 2005 en el Plan Familias y gracias a ello tiene el auxilio del Estado. Florencia, teñida de rubio, de 27 años y con tres hijos, dice que lo que ella quiere es trabajo. Vive en Virreyes con su marido, que hace changas en construcción. Lo mismo reclama Daniela. “Yo a Cristina no la voy a votar. Que me den trabajo”, exige también Nadia. Las tres lo afirman en distintos momentos ante este diario, sin escucharse entre sí. Carina, en Villa Jardín, explica que es manzanera y se encarga del reparto de leche. Se muestra agradecida por la ayuda, sobre todo del Municipio, y también al gobierno nacional. Nelly confiesa que en un momento la Presidenta le pareció altanera. “Pero está bien. Me gusta que se plante ante los hombres”, concede. “A mí la casa me la hizo Néstor (Kirchner) hace dos años, cómo no los voy a querer”, agrega y enumera todas las mejoras de los últimos meses en Villa Jardín. Débora, a pocas casas de allí, demuestra cuánto le importa que se haya creado la asignación por hijo. Plantea que una de las mayores ventajas es que ya no tiene que asistir a las marchas que convocaba un movimiento piquetero –no quiere decir el nombre– para cobrar un plan social de 150 pesos. “Tenía que ir a las marchas con ellos, porque si no me lo sacaban. Si faltabas dos veces, te lo sacaban. Venían con el micro y tenías que ir”, denuncia. Nunca supo qué era lo que se estaba reclamando o apoyando en esas manifestaciones. “No sé”, admite, con un gesto auténtico y los hombros encogidos. Nelly, más tarde, entrega la misma versión.
ECONOMIA • SUBNOTA
Impacto en la matrícula escolar
Juan José Miranda es el presidente del Consejo Escolar de San Fernando. El funcionario aporta datos que ratifican una tendencia que se está dando a nivel nacional: el crecimiento de la matrícula de estudiantes, impulsado por la asignación por hijo. Los beneficiarios del plan deben cumplir con el requisito de enviar a sus hijos al colegio o de lo contrario quedarán afuera del programa, además de perder el 20 por ciento del subsidio que el Gobierno viene reteniendo todos los meses hasta que demuestren que respetaron la consigna. En el nivel inicial –jardín de infantes– la matrícula este año creció a 3474 alumnos, contra algo menos de 3300 de 2009. En primaria se llegó a 9917 inscriptos, casi 20 por ciento más que en el ciclo lectivo anterior, y en secundaria, a 8506, también un alza del 20 por ciento. Hubo que crear cursos en la Escuela Técnica Nº 2, adonde entraron 54 chicos, en la Escuela Nº 40 y en la Nº 6. El municipio que comanda Gerardo Amieiro (Frente para la Victoria) se vio obligado a comprar sillas y pupitres para responder a la mayor demanda.
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