Mal momento de Boudou, justo cuando encuestas lo ven frente a Scioli para suceder a Cristina. Marzo, un mes clave para YPF.
Reconoce Amado Boudou que es un bendecido del cielo y que disfruta de un edén donado por una generosa mujer, sin cuya beneficencia jamás hubiera alcanzado trofeos como la Anses, el Ministerio de Economía y la Vicepresidencia de la Nación. Considera que el kirchnerismo –lo admitió ante adeptos de La Cámpora– lo salvó de un destino más controversial, menos venturoso, casi fue un correctivo para su anterior y acelerada forma de vida. A pesar de la excepcionalidad de la fortuna igual palpita inseguro. Sabe que en el Congreso hierve un eventual juicio político en su contra, impulsado entre otros por Graciela Camaño, y observa inquieto que las sospechas sobre la adquisición de una empresa por parte de amigos suyos ya lo enlodó con creces. No hay suficiente agua bendita presidencial para limpiarlo. Al menos por el momento. Tampoco le alcanza apelar al recurso acusatorio del “Clarín miente” que ostenta en sus t-shirts, ya casi una remanida excusa para maridos oficialistas ante esposas enojadas por la llegada fuera de horario, en la madrugada y en copas. Demasiado sencilla sería la vida si Clarín fuera el exclusivo culpable de todos los percances humanos.
Una picardía esta inconveniencia descendente para Boudou: no era hombre para tocar la campanilla en el Senado solamente, ni tampoco para tocar nada más que la guitarra en recitales K. Se lo imaginaba como una continuidad probable, le gustara o no al heredero Máximo. Inclusive, últimas encuestas revelan que para suceder a Cristina –si es que ocurre esa posibilidad prevista en la Constitución– el gentío consultado señala a dos figuras como eventuales reemplazantes. Uno, previsible aunque discutible para Ella y sus juveniles seguidores: Daniel Scioli. El otro, una novedad con cierta lógica para la sociología: el ahora cuestionado Boudou. Y lo más singular del sondeo: con razonable cantidad de expectativas. De ahí que haya especialistas contables e impositivos dispuestos a mostrar que la operación de Ciccone Calcográfica goza de buena salud y mejor diagnóstico, se realizó con todos los protocolos exigidos y que ninguna mácula mancha al vice. No es, de ninguna manera, como dicen los diarios, algunos opositores y ciertas mentes de rigurosa sensatez.
Parece fácil que un equipo de expertos derrumbe la imputación de una esposa en vías de divorcio, que le atribuye a su ya no querido marido la representación de Boudou en esa transacción, que lo impute de prestanombre o testaferro. Pero también parece tardío el esfuerzo de esos profesionales convocados y de algunos caracterizados empresarios que, para levantarlo en andas a Boudou, se pueden anotar como dadores de sangre intelectual y dinero en esa cobertura: desde hace más de un año se conocen los pormenores del negocio (con el Estado, obvio), las intervenciones y presiones oficiales, y no pareció el Gobierno haberse siquiera preocupado por las contingencias morales y materiales. Hasta debió suponer que la cuestión estaba enterrada porque encima los competidores se habían retirado, amargados, de la porfía. Pero una sola voz femenina pudo más, rompió el silencio que se impuso hasta ahora Boudou.
Curioso: fue otra voz de mujer, también despechada con su marido empresario y en trance de separación, la que hizo revelar hace dos meses –repartiendo una carpeta con el nombre Los Cipreses en varios estudios jurídicos– la escritura de un departamento en Puerto Madero de la señora mandataria, hecho no divulgado y que se produjo hace varios años, en vida de Néstor Kirchner, y con los firmantes asistiendo al acto celebratorio un sábado a la tarde.
Como se sabe, la Calcográfica tiene una larga historia, de la debacle de los hermanos Ciccone al auxilio crediticio que les brindó Alfredo Yabrán, pasando luego por un emprendedor en varios rubros que calificaba en la Casa Rosada (Ernesto Gutiérrez) y ahora, en apariencia, recluido a renglones más modestos de ropa y deporte. El objeto de la empresa, la fabricación de papel moneda, parece que también interesó a otros sectores dedicados al juego, al mundo de los casinos, como el grupo de la familia Tabanelli (Boldt), tradicionalmente vinculado a Eduardo Duhalde, a quienes los amigos de Boudou habrían apartado del negocio.
Si ese es un pleito político, además de económico, el dominio de la empresa y sus servicios también se complicó en la interna del Gobierno: a Mercedes Marcó del Pont, varias veces desautorizada por otros amigos del vice como sólida referente económica, no parece dispuesta a facilitarle concesiones a la nueva administración privada de la compañía. No vaya a ser que ocurra lo que ya ocurrió el año pasado, cuando faltaron billetes y desplazaron a Boldt. Sería como tomar la misma medicina.
Más de uno entiende que la propia Cristina mediara en este conflicto amenazante (¿nadie cree que la Justicia se ocupará seriamente del mismo?), aunque abundan las reservas sobre los acontecimientos venideros y el dedo mágico de la mujer. Si es un dilema lo de Boudou y Ciccone por razones institucionales, más turbio se vuelve el pronóstico sobre cualquier resolución de Ella en torno al futuro de YPF, esa empresa amiga convertida en un repugnante escollo, según dicen, para el desarrollo energético del país. Si hubiera sido de otro signo el anterior gobierno, si otra figura lo hubiera presidido, seguramente habría quejas por la “herencia recibida”. La desorientación con YPF confiesa otros antecedentes. Por ejemplo, alguna vez, con otra megacompañía (Telecom) se supuso con razón que el Gobierno depositaba ciertas pretensiones con la titularidad de su cúpula, incluso hubo episodios de presuntas compras que se festejaron en altísimos despachos. Finalmente, luego de transitadas y jocosas negociaciones, continuó al frente el núcleo italiano que la maneja.
Tal vez haya quien suponga que, en el caso YPF, hay mucha más claridad que lo ocurrido con Telecom. Invocan otros argumentos, pero en verdad pocos saben, si es que hay algo por saber, sobre lo que sobrevendrá allí. Si se cumple la versión de que en marzo habrá numerosos cambios en el Gobierno, que algunos de ellos se vinculan al área de energía (es pública la debilidad de Julio De Vido, también ahora la de Roberto Baratta, quien de profesor pasó a mal alumno), en esas modificaciones puede aparecer un nuevo cuadro sobre la situación de YPF. Para saberlo, quizás haya que apelar al influjo de Guillermo Moreno, ya convertido en Guille o en Willy por su poder, quien después de la gira que hará por Angola (“les voy a enseñar a exportar a los ejecutivos argentinos”), acompañado por la flor y nata del empresariado que lo desprecia, alguna novedad energética traerá. Es de esperar que no sea como aquella experiencia que le vendieron a Kirchner, cuando creyó que los chinos –vía bancos angoleños y portugueses– le iban a permitir saldar parte de la deuda externa argentina y que, por ese hecho, hasta podían subirlo a un podio comparable al de San Martín.
MIRTA PRAINO - 11 6273 2340 http://san-fernando-mi-ciudad.blogspot.com/
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