Desde las distintas alianzas de la oposición le respondieron invirtiendo los términos: nada se dijo del diálogo desestabilizador, pero se acusó a la mandataria de enrarecer el clima de la democracia durante la campaña electoral. Menos obscena, durante una mesa redonda con colegas, una periodista de fuerte presencia multimedia desestimó el mensaje devaluando al mensajero: “Bueno, ya sabemos quién es Grondona”, ninguneó, como si lo dicho no tuviera importancia. Sobre el otro participante del diálogo, titular de una de las corporaciones más poderosas de la Argentina, no pronunció palabra. La omisión distó de ser casual: la mayor parte de la pauta publicitaria de la radio donde esta periodista trabaja a doble turno proviene de los grandes conglomerados de negocios agropecuarios.
Los zorros y las mañas. Desconocedor de la historia local y de sus personajes, el observador ocasional no puede saber que asiste a la reedición, adecuada a los tiempos que corren, de un viejo juego. El tono irónico del diálogo sobre la continuidad de la Presidenta (publicado por Miradas al Sur el domingo pasado) es el mismo que Grondona utilizaba a mediados de los ‘60 en sus columnas de la revista Primera Plana, como punta de lanza para promover un golpe de Estado contra el radical Arturo Illia. Allí lo calificaba de “simple”, “lento en la toma de decisiones”, y de ser “un hombre ajeno a su tiempo”. Frente a esas supuestas debilidades, no vacilaba en asegurar que “hasta que ALGUIEN no se quede con el poder en forma sólida, con reservas tácticas y estratégicas, no será posible emprender con éxito” la reforma estructural que, a su juicio, necesitaba el país (Primera Plana, enero de 1966). Ese alguien, claro, tenía nombre: “El absurdo de un gobierno sin poder quedó, por así decirlo, manifiesto y demostrado (…). Onganía, en cambio, es pura esperanza, arco inconcluso y abierto a la gloria o a la derrota (…). El advenimiento del caudillo es la apertura de una nueva etapa, la apuesta vital de una nación en dirección de su horizonte” (Primera Plana, junio de 1966). Sin caudillo ni partido militar a mano, de todos modos la semana pasada, en su charla con Biolcati, Grondona tampoco dejó de tirar el nombre de un reemplazante (G: –No sé que va a pasar después del 28 de junio... / B: –Eso era lo que te quería escuchar. / G: –Hay un señor que se llama Cobos, ¿no?).
Que el interlocutor cómplice de Grondona haya sido el presidente de la Sociedad Rural Argentina ya es un dato para el observador, pero podría tener un panorama más completo si supiera que esa corporación promovió y apoyó a todas las dictaduras habidas en estas tierras. A un año de iniciada la última –cuando la represión era brutal y los desaparecidos se contaban por miles–, en una solicitada publicada en todos los grandes medios, la rural decía: “Volvamos nuestra memoria al 24 de marzo de 1976 y comparemos la actual situación con aquella, recordemos etapas similares y veremos que las experiencias pasadas nos indican la inconveniencia de actitudes demagógicas, de aperturas políticas prematuras, que pueden entorpecer o demorar la recuperación del país”. Para que el observador no pensara que se trata de cosas de un pasado ya superado habría que agregarle otro dato. Hace menos de tres meses, en Bahía Blanca, Biolcati advirtió al gobierno: “Es evidente que vamos hacia un final casi anunciado porque no parece haber respuesta a nuestro requerimiento (de bajar las retenciones)”, dijo. A su lado, en la tribuna, estaba Vicente Massot, dueño de La Nueva Provincia de Bahía Blanca –único diario que aún hoy sigue reivindicando el golpe del 24 de marzo de 1976–, quien en 1993 debió renunciar al cargo de viceministro de Defensa de Carlos Menem por hacer apología de la tortura.
Habrá, todavía, que aportarle al observador una última información. La revista Primera Plana ya no existe, pero Mariano Grondona sigue ejercitando su prosa en las páginas de La Nación, un medio que es histórico vocero de la SRA y que el 15 de mayo de 2003 –quince días antes de que Néstor Kirchner asumiera la presidencia–, profetizó que “la Argentina ha resuelto darse gobierno por un año”, en un claro ultimátum golpista por parte del establishment salido de la pluma del subdirector del diario, José Claudio Escribano.
Pero nada de eso tiene importancia. Lo de Biolcati y Grondona fue una broma televisiva. En la paranoia, se sabe, los enemigos son inexistentes
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