Por Alicia Kirchner *
Trabajamos en nuestro país, a lo largo y a lo ancho de su territorio, en los pueblos, parajes y ciudades, espacios de menor y mayor distribución poblacional. En ellos el barrio, el sindicato, la escuela, los clubes, las plazas, las organizaciones sociales, los partidos políticos expresan desde el “territorio geográfico” las diversas maneras donde se construyen las relaciones sociales y los proyectos de vida. En sociedades menos complejas la comunicación era posible sin que hubiera intermediarios. Hoy en las sociedades modernas la complejidad de las relaciones sociales se canaliza en la democracia representativa.
Vemos cómo crecen día a día los niveles de participación popular tangibles e intangibles. Esa participación también se observa en la utilización de herramientas informáticas, de lenguajes y códigos que provienen de esas nuevas tecnologías. “Ciberparticipación”, “cibermilitancia”, redes, son algunas de estas expresiones. Un ejemplo, diariamente más de 6000 millones de mensajes de texto se envían por celular en el mundo. Por eso la necesidad de interactuar se da no sólo en el territorio geográfico, se extiende a los “territorios digitales”, como nuevos instrumentos. Estos también intervienen en la construcción de la realidad y esas nuevas formas de participación son tan comprometidas y tan “físicas” como las de las geografías más “reales”.
También somos conscientes de la existencia de franjas de la población que no acceden a ninguna de estas tecnologías y aún debemos seguir trabajando, más allá de la responsabilidad directa de cada jurisdicción, para superar la pobreza estructural. La Asignación Universal por Hijo, la extensión de las jubilaciones y pensiones contributivas y no contributivas, el monotributo social, son medidas concretas de generación de ingresos para mejorar la calidad de vida. El programa del gobierno nacional Conectar Igualdad, avanza también desarrollando una política de inclusión social y digital en todos los “territorios geográficos” de nuestro país. Consiste en la distribución de más de 3 millones de netbooks a cada alumno y docente de educación secundaria.
El desafío es lograr que estos nuevos instrumentos sirvan al ejercicio de la libertad y el respeto de los derechos humanos y sociales. Es decir, servir al conocimiento logrando una mejor educación y sobre todo una participación democrática activa y solidaria. Deben ser un medio para romper con las barreras culturales que nos propone el neoliberalismo indicándonos lo que debemos consumir e imponiéndonos patrones estéticos que intentaron modelarnos en los ‘90 y que pretenden seguir haciéndolo. Quebrando esa coacción, las nuevas tecnologías permiten además romper con los monopolios informativos.
Hace poco decíamos que la política como instrumento permite abrir o cerrar caminos de desarrollo humano. Puede transformar las realidades territoriales y mejorar la calidad de vida o violentar seriamente esos derechos humanos y sociales. En Argentina estamos haciendo un gran esfuerzo para conectar igualdad y superar la brecha digital.
Digitalizados extremos, iletrados digitales, “chicos globales” coexisten en nuestra sociedad y en esa tensión también se aplican las políticas públicas. Los municipios urbanos y rurales pertenecen a “territorios geográficos” y a ello se va sumando el “territorio digital”. Ambos son espacios comunes en algunos casos, espacios disímiles en otros. “Paralelas que se cortan en el infinito” en algunas situaciones, lugares comunes en otras.
Veamos un ejemplo: en la Argentina estábamos frente a una sociedad fuertemente impactada por medios de comunicación y digitales concentrados. Ellos no son vehículos de intermediación neutros, asépticos entre información y ciudadanos, sino verdaderos protagonistas que seleccionan, editorializan y organizan los temas.
La ampliación democrática de la información por la Ley de Servicios Audiovisuales está permitiendo la participación activa de las personas en los territorios en tanto sujetos de derechos explorando al máximo las posibilidades comunicativas y de interacción.
El “territorio digital” nos permite explorar nuevas formas de relación entre los ciudadanos y nuevas formas de intervención.
Por ello se ha dicho que el “territorio digital, si fuera un país, sería el más grande del planeta, siendo su construcción la más rápida de la historia. No hay fronteras y sus límites empiezan donde no hay Internet”.
Este será, sin duda, el siglo del saber.
Obras públicas, de infraestructura, viviendas, caminos, autopistas, puentes, escuelas, centros integradores comunitarios, hospitales, promoción y organización de cooperativas, generación de polos productivos de bienes y servicios, apoyo a la industria nacional, centros de nuevas tecnologías, desarrollo tecnológico, cultural, son políticas que se implementan en espacios geográficos donde se cruzan con un universo digital. La comunicación “aleatoria” o no cartesiana, es así muy rápida, no lineal, puede crear cohesión social o crear exclusión social.
“Territorio geográfico y territorial digital” son, por último, un desafío y una oportunidad. Hay que abordarlos desde la política pública integralmente, sin perder de vista al hombre y mujer argentinos, sujetos de carne y hueso que como personas deben realizarse en un proyecto colectivo, nacional y popular.
* Ministra de Desarrollo Social.
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